Ricardo MMMCCC
Un homenaje a la locura que circula entre los patios de mi universidad...
Hombres perdidos y olvidados por las luces de la era de la luz...
Luces, iluminados, lumbreras, se dicen los entrantes a los aposentos del saber universal, pobres ilusos, no saben que la verdadera luz esta en la locura de los ojos cerrados al universo exterior y se pliegan sobre la frontera de la oscuridad interna...
Luces...
Camara...
Accion...
RICARDO MMMCCC
el último rey oriental
Llega el rey, nuestro rey, sube lentamente las escaleras que lo llevan a la entrada de su viejo castillo, construido a la usanza de los viejos castillos de los reinos ya entregados a la vorágine del devenir del tiempo acelerado. Se le ve bajar de su distinguido carruaje amarillo, decorado con todo tipo de inscripciones provenientes de distintas partes del reino. Sobresale de estas la más grande, a un costado de su carruaje: 2 1 4, números crípticos y llenos de enigmas que encierran la ascendencia mitológica de nuestro querido rey.
Sube lentamente las escaleras de su palacio. Conoce todo lo que sucede al interior de sus dominios. De ahí su paso calmo y meditabundo, pero lleno de firmeza que lo hacen dominador de todas las criaturas que se cruzan por su camino.
Avanza tranquilamente por los fríos pasillos de su fortaleza, y como cuan sabio frota su barba crecida con los años de conocimiento y sabiduría, que sólo la experiencia como rey de estas tierras le han otorgado.
Cuando llega al mercado central del castillo, los caballeros y doncellas se reúnen para escuchar las más fabulosas historias de las hazañas heroicas de su juventud, contadas por los trovadores y juglares más famosos del reino. Mientras los jóvenes iniciados en los conocimientos del castillo se deslumbran ante las historias que el Rey suele contar junto a la posada del castillo…
Hoy mientras caminaba lentamente por estos pasillos, escuche unos gritos que rompían la aparente tranquilidad del lugar, seguidos de un montón de frases sin sentido entre sí, lanzadas al espacio como una historia a medio terminar. Sin saber de donde venían, la primera imagen que se me cruzó, fue pensar que era de alguno de esos muchachos o muchachas que suelen rondar el patio practicando sus frases enmascaratorias. Pero no parecían serlo. Tampoco parecían palabras enunciadas como pancarta por alguno de los otros muchachos y muchachas que suelen rondar en estos territorios. No parecían tampoco ser las palabras de discusión de las parejas que pasean ataviadas por las tramas acementadas del piso. No parecían nada de ello.
Parecían venir desde más lejos. Desde mucho más lejos. Desde la lejanía de un tiempo pretérito lleno de ensoñaciones que me es imposible vislumbrar. Pero ahí estaban otra vez, los gritos y las frases inconexas, seguidas ahora de un i can get no satisfaction rockeado con tanta más pasión que la que Mick Jagger podría darle.
Y seguían estando ahí. Bulliciosas y llenas de enigma. Bulliciosas y llenas de pasión. Seguían estando ahí, sin saber yo de donde provenían.
Nuestro rey sigue declamando sus Ilíadas y Odiseas, y las multitudes se agrupan a su alrededor: nobles y doncellas, plebeyos y artesanos, e incluso alguno que otro gato que ronda en el mercado. Todos se reúnen para escuchar los consejos y palabras que de este hombre emanan hacia sus súbditos.
Todos le admiran, ya que saben que es el hombre más sabio de la comarca, y que las decisiones siempre las toma con sensatez y sabiduría. Le quieren además porque es un rey justo y piadoso, que aplica la ley divina y del hombre con la sapiencia de un hombre guiado en el amor y la bondad, todos le escuchan, todos le quieren…
De pronto, mis ojos se posaron sobre la figura de un hombre de barba que caminaba en el centro del patio. Cubría su cuerpo con ropas simples: una polera percudida con el uso, unos pantalones cortos, y unos bototos ya viejos y desgastados de tanto caminar. Llevaba una Holy Bible, y un cuaderno de federaciones pasadas bajo el brazo. Nada hacía suponer algo extraño en él, cualquiera podría suponer que era un profesor, un alumno, o incluso un sacerdote, hasta que lanzó el primer grito. Y luego otro, y otro, para después convertirse en palabras inconexas. En retazos de diálogos consigo mismo. Y supe quien era.
El Rey se ha vuelto loco. Sus palabras ya no son las mismas. Ya no es el Rey de antes.
Fueron las palabras que los súbditos exclamaron al ver a nuestro querido Rey postrado y desvariando.
Sus historias no nos sirven para avanzar. Debemos progresar. Nuestro futuro depende de ello. Un Rey loco no nos sirve.
Mientras los desvaríos más grandes atravesaban la mente de un Rey postrado en una cama, sin nada más que recuerdos de su vida pasada como emperador de estos reinos…
Ricardo le llaman los que le hablan, Richard los más cercanos, los que se juntan a hablarle de vez en cuando en las soleadas tardes de primavera, o en las frías mañanas de invierno. Ricardo, como cuan Rey que divaga en las penumbras de la locura y el olvido. Ricardo, como el fantasma aquél de un Rey de pretéritas Odiseas, perdidas en los papiros del desván de la frágil memoria de los cuerpos.
Ricardo, que día a día se convierte en la sombra de la lucidez de un lugar habitado por el aura de las luces y los iluminados.
Ricardo, esa voz de desconcierto y asombro que día a día se posa sobre las cabezas de los habitantes de estos reinos. Ricardo, la conciencia de un olvido que se cobija en las entrañas de estas paredes, lejanas y orientales.
El Rey ha muerto. Larga vida al Rey! Larga vida al Rey Ricardo MMMCCC, nuestro último rey oriental.