Cordones de Silencio
El verdadero Cordones de Silencio, que me motivó a abrir este blog (el cual he dejado un tanto descuidado) es este cuento que viene a continuacion...
Espero les agrade... (a los que me lean en algun momento... je je)
Despierto, parece que aún no se da cuenta donde está, miro mis manos, no parecen las de él, no, definitivamente no lo son, tampoco recuerdo lo que pasó, solo esa canción que suena en su cabeza...
ya no estoy aquí,
estoy más allá,
mi alma se está escapando
y ya no se donde voy a llegar,
estoy más y más allá mucho yo subí,
la gente mira de abajo y de arriba yo te vi...
Está oscuro, el aire se siente viciado, siento los ojos hinchados, no entiende que le pasa, está mareado, ahogado, me tiemblan las manos, la cara se siente fría, se le acelera el corazón...
de pronto un zumbido en la cabeza, vueltas a mi alrededor, le gira todo y...
¡voh no soy mi mamá vieja culiá!
¡voh soy un espejismo!
¡voh soy una ilusión!
¡déjame tranquilo!
Un golpe y caigo al suelo...
Tómese esta sopa mijito, que le va a hacer bien, es la cara de su abuela, pucha que ha adelgazado harto este último tiempo, no vaya a ser que esté enfermo, ¿y ese moretón?, déjeme ponerle hielo, ¡Antonia!, tráeme hielo pa' tu hermano, y me empiezo a angustiar, ¿¡porqué!?, y aparece el recuerdo del Lucho, y ese pipazo de “amigos”, si no pasa na', ahora llora, no se preocupe güeli, si estoy bien, aunque sabe que es mentira...
Sigue oscuro, las manos aún temblorosas, las náuseas y el olor a mierda me vuelven a invadir, mira a su alrededor y trato de recordar donde estoy y que es lo que hace ahí. ¡Fernando Arancibia, visitas!, la imagen aparece clara en mi mente...
¡mamí!
¡mamí, despierte!
¿¡qué le pasa!?
¡respóndame!
¿¡que hiciste cabro de mierda!?
¡Antonia! anda a llamar una ambulancia. Güeli, ¿qué le pasa a mi mamá?, ¿porqué no se mueve? y miro mis manos enrojecidas, y el cordón rojo que cae de una de ellas y las tres monedas que caen de la otra...
¡Fernando!, ¡mírame! soy Antonia tu hermana, te traje un chocolate, mírame, mientras sus ojos se distraen con el cabello de esa persona que le habla, y mis manos se acercan a tocarlo, ¡Fernando!, hoy es tu cumpleaños, mírame, y sigo embobado por ese cabello negro, ¡que lindo es!, te traje una torta también, me gustaría tocarlo, ¡que feliz sería si pudiera tocar ese pelo!, ¡apaga las velas Fernando!, ya son veinticinco...
¡Antonia!
¡Anto!
¡no sé qué me pasó!
Anto, ¿dónde me llevan estos hombres?, Anto, ayúdame, me están apretando las manos, Anto me duele, ayuda, Anto, auxilio, Anto, Anto...
¿Doctor, usted cree que se va a mejorar?, miro otra vez a esa persona, lo dudo, ahora mira sus cordones, la pasta base lo deterioró demasiado, quiere esos cordones, además pareciera que ese incidente lo tiene bloqueado, ¡quiero esos cordones!, y eso que fue hace siete años, ¡quiero esos cordones!, ¿cuánto le debo?, a mí no me dan cordones, tranquila este hospital lo paga el Estado, se los voy a pedir antes de que se vaya...